
Fue como en las películas, cuando el mundo se detiene y todo parece ir en cámara lenta; ver a una persona tan llena de santidad, humildad, ternura, amor y paz… fue indescriptible, solamente pude experimentarlo en el deseo de romper en llanto al ver tanta santidad transformada en ser humano. Su figura irradiaba luz y paz que solamente podía combinarse perfectamente con la pureza de sus vestiduras blancas.
No hubo necesidad de intentar cruzar palabras con Juan Pablo II, bastó su mirada de ternura y recibir la señal de la cruz por medio de sus manos para sentirme en la presencia de Dios; en fin fue una experiencia emocionante y la cual siempre recuerdo como si hubiera sido hace un instante, no importo la larga espera, no importo el corto tiempo de ese encuentro, porque fue más importante lo que experimente en esos segundos, ya que pude comprobar que estaba frente a un hombre de Dios, me sentí acogida en el regazo de Jesús protegiéndome, diciéndome que todo estaría bien.
Me llena de una inmensa alegría recordar ese día en estos momentos próximos a su beatificación y poder decir a las nuevas generaciones que tuvimos la dicha de tener la visita en dos ocasiones del Beato Juan Pablo II y sobre todo saber que en esas visitas muchos salvadoreños se convirtieron y aceptaron a Jesucristo como salvador de sus vidas.
Imitemos a Juan Pablo II, sigamos sus pasos de santidad para hacer vida el evangelio que el prodigó por el mundo y ser artesanos de la paz.
¡Que viva Juan Pablo II!
Escrito por: Melissa Alvarenga
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